Tengo 93 años. Nací en Esplugues de Llobregat y vivo en Pontellà (Francia). Soy viudo, tengo dos hijos y tres nietos. He sido editor y librero en Toulouse y en Perpinyà. Soy libertario, un anarquista razonable. No creo en Dios, tampoco en banderas. Me exilié en Francia, colaboré con la resistencia francesa y con el maquis español y fui un activista en las Juventudes Libertarias.

»sigo siendo enemigo de la extrema derecha»
Anarquista.
Libertario, un anarquista razonable (Ríe).
¿Qué recuerda de la Guerra de España?
Vivíamos en Sant Joan Despí, de donde eran mis padres. La CNT controlaba el pueblo y tenían una reunión para decidir qué hacer con las tierras, si colectivizarlas o repartirlas. Yo fui con mi padre a esa reunión, tenía unos diez años. Él defendió la colectivización. Mi padre era comercial, podría haber hecho dinero durante la guerra pero dejó el negocio para trabajar la tierra colectivizada. Eso me impresionó. Siempre he admirado mucho a mi padre, aunque le hice sufrir mucho después…
Cuando fue maqui.
Oui. Cuando llegué a Francia los niños se reían de mi por mi francés, tenía sólo trece años. Y con dieciocho años me alisté en los maquis, cuando los nazis ocuparon el sur de Francia.
¿Qué anécdotas tiene de la resistencia francesa?
Una vez hicimos descarrilar un tren en Quillan. El tren estaba lleno de comida e iba para Carcasona, donde había una compañía alemana. La compañía no se pudo abastecer y acabaron marchándose.
¡Sorprendente!
También saboteamos diques, emboscadas contra los nazis…
¡Madre mía! Tengo entendido que en el maquis no era conocido por Enric Mèlich.
En el maquis no dábamos nombres reales. Yo me llamé Robert Sanz, como Ricardo Sanz que estuvo al mando de la Columna Durruti durante la Guerra de España.
¿Su actividad en Francia se centró en el departamento del Aude?
Oui. Narbona, Carcasona, Quillan, Cucugnan… Nosotros participamos en la liberación de este departamento.
Debió ser una alegría inmensa.
Uno de los momentos más felices de mi vida. En el norte quedó un reducto de alemanes, pero se rindieron al ver que éramos más.
¿Y después?
Después nos llevaron por Besançon, Alsacia y finalmente cruzamos el Rin y llegamos a Alemania. Allí no hicimos nada, todos los alemanes se rendían sin ningún tiro, estaban ya acabados.
¿Cómo entró en el maquis español?
Hubo un mitin de españoles que querían liberar España en Narbona. Veníamos de la resistencia francesa con escopetas en la espalda y nos recibieron con aplausos. Al día siguiente, con fusiles, nos fuimos a un campamento de guerrilleros españoles en Camurac, también en el departamento del Aude. Y allí me encontré a Ramón Mialet.
¿Quién era?
Era un compañero de Vic que yo admiraba mucho porqué me traía libros de Upton Sinclair. No sé cómo lo hacía.
¡Caramba!
Aún los tengo.
¡Tienen más de setenta años!
¡Oui! En el campamento nos pedían a qué partido pertenecíamos en España. Yo tenía trece años cuando llegué a Francia y puse que mi padre era de la CNT. Y yo vi como ponían »padre de la CNT». Esto lo hacían para dar cargos de confianza. No empezó bien la relación con los comunistas españoles, mandaban los estalinistas. Allí estuve cuatro o cinco días y hasta vino mi padre a verme. Hablando con Mialet vimos a un hombre y una mujer encerrados. Me dijo que eran agentes de Franco, o al menos eso decían. La mirada de aquel hombre me marcó mucho.
¿No había buena relación con los comunistas?
No. Bon, con los comunistas franceses sí, pero con los españoles no. Había mucha ignorancia y seguían mucho a Stalin. El comandante José Abad, que era aragonés, me escogió para una misión porqué era un catalino. Noté cierta diferencia cuando trataban con catalanes. A mi me dio un grado que no era militar: asesor del comandante. Esto era porqué yo no era comunista, deduzco yo vaya.
¿Recuerda alguna acción en especial?
Salimos del campamento sin decir nada a nadie. Y salimos para España. Éramos veinticinco y después el comandante Mateo tenía que venir con un grupo más grande. Íbamos equipados con metralletas Sten, pero sólo yo tenía el cargador. Era todo muy precario. Y llegamos a Vallcebollera, cerca de Puigcerdà, en la banda francesa. Desde una casa antigua cogimos un camino y fuimos hacia España. Un tipo nos enseñó el camino, un hombre muy feo, que más adelante se encargó de matar a los que no seguían las órdenes del partido.
¡Menudo personaje!
Subimos un pequeño monte y nos dijo que ya estábamos en territorio español. Y bajamos silenciosamente hacia una carretera. Nos encontramos con unos que buscaban setas y se asustaron.
Normal.
Claro, más de veinte tíos armados asustan. Esto era en el año 1944. Estuvimos esperando unos días el grupo más importante que tenía que venir. Unos pocos fueron a buscar comida a las masías, a ver si nos podían hacer patatas o algo. Uno de ellos se torció el pie y se le hinchó. No continuaron claro. No teníamos ni botiquín ni nada. Y de repente oímos un tiroteo en el otro lado del monte.
¿Un tiroteo?
Vimos a un grupo de gente que corría con una bandera republicana delante y cuatro guardias civiles que iban detrás que los perseguían. El grupo se unió a nosotros cuando vimos que se había calmado la cosa, pero los guardias civiles habían pedido refuerzos.
¿Y qué pasó?
Llegó el comandante Mateo. Pero habían dejado atrás al médico y me enviaron a mi y a otro chico a buscarlo. Llegando al río escuchamos a alguien hablar en castellano y yo sabía que no podía ser nadie del lugar. El otro pensó en pedir ayuda, pero le dije que la gente de aquí habla catalán, no castellano. Sólo podían ser guardias civiles. Eran dos. Le dije que se pusiera detrás de una roca y que yo me pondría en la del otro lado, así haríamos fuego cruzado y los podríamos liquidar bien.
¿Y los liquidaron?
No, porqué vi que venían más guardias civiles. Cuando me giré para decirle al chico que nos retirábamos ya no estaba. Y a cuatro patas subí el monte otra vez. Cuando llegué al campamento no me dio tiempo a decir que subían guardias civiles, porqué el comandante iba gritando que subían por el otro lado. Y otro decía, por aquí también, y por aquí.
¡Estaban rodeados!

Estábamos rodeados. Empezamos a disparar. El comandante Mateo y otros capitanes desaparecieron, no los volvimos a ver nunca jamás. Oías tiros de un lado, disparaban desde un lado y aflojaban del otro. Aquello era un desbarajuste. Yo disparaba hacia donde venían los tiros, pero no apuntaba, quería que no avanzaran. Además el terreno no ayudaba. Por los montes las balas se iban hacia arriba y hacia baja. Estuvimos jugando al gato y al ratón un par de horas o tres.
¿Y qué hicieron?
De repente aparecieron dos personas, José Abad y otro. Nos dijeron que no disparásemos más y nos pudimos escapar de allí. Y volvimos a Francia por un camino más seguro. No había ni preparación ni organización, no sé como no tuvimos bajas.
¡Increíble historia! ¿Tuvo problemas cuando dejó el maquis?
Oui. Nos escapamos, porqué aquellos oficiales eran unos autoritarios y el objetivo nuestro no se estaba consiguiendo. Menos mal que nos fuimos, porqué más tarde mataron a muchos del grupo que pensaban como nosotros.
Y volvió a Francia
Oui. Me uní a la Juventudes Libertarias e hice de librero en Toulouse. Después abrí la Librería Española de Perpinyà que sufrió un atentado del Comando Cristo Rey en 1976. También intentamos secuestrar al cónsul español, pero pensé que era inútil, ya que iban a fusilar igualmente a nuestros compañeros en España.
También pasó a gente ¿verdad?
Pasé a los que escondieron a Wilson y Txiki, los que atentaron contra Carrero Blanco. Con mi coche tuve que pasarlos por La Tor de Querol. No me descubrió la gendarmería de milagro.
¡Qué suerte!
Esto fue en 1975. Duró bastante, lo hicimos muchas veces.
¿Cómo ve la política actual en Francia y en España?
En Francia da miedo el Front National de Le Pen. Nosotros éramos los enemigos de la extrema derecha y cuando la liberación pensamos que había dejado de existir y ya se ve que no. Yo sigo siendo enemigo de la extrema derecha. Aunque por suerte la gente aquí en Francia se mueve, mira los gilets jaunes, los chalecos amarillos. Y en España, yo lo de la independencia de Catalunya no lo veo. Yo no creo en banderas y no me gustan las fronteras, pero comprendo que desde Madrid no se han hecho bien las cosas.
