Cuéntame un cuento para dormir

Otro aniversario del 1 de octubre, otro año donde se recuerda, más allá de todo lo acontecido previa y posteriormente a ese domingo, la desproporcionada actuación policial, lo que 3 años después deja entrever que lo mejor que le pasó al independentismo fue que los apalearan, como ellos mismos denuncian.

Ni el referéndum, el cual había sido declarado ilegal por el Tribunal Constitucional, ni la ley de transitoriedad aprobada pasando por encima de las leyes constitucionales y de «su propio Parlament y Estatut», que requiere dos tercios de la cámara para modificar el autogobierno habían servido para nada. Solo para demostrar el vacío camino del procés, el cual de demócrata tenía muy poco, algo que Joan Coscubiela calificó de, «ley de la calle» comparandolo con Fraga.

Una vez acontecida la desobediencia y la resistencia contra el Estado, sus cuerpos y fuerzas de seguridad y el poder judicial de una minoría de catalanes solo quedaba la expectativa de, al fin, proclamar un nuevo estado, la Republica de Catalunya. Algo que no fue inminente tras los resultados del supuesto referéndum que se celebró fuera de toda legalidad y en circunstancias tan irregulares como el censo universal. Lo cual fue una treta de los líderes independentistas para evitar las intervenciones policiales cosa que no hicieron con la gente, que sí desobedeció y resistió a las porras.

Pese a todo, el entonces President de la Generalitat Carles Puidemont, reconoció los resultados del supuesto referéndum ilegal pero no declaró la indepencdencia de Catalunya. Pues el ruido internacional de la brutalidad policial y su referendum ilegal e irregular no eran suficientes para tal despropósito. No hubo reconocimiento internacional, no habían insfraestructuras, no había Hacienda; se habían tirado al vacío sin paracaídas, arrastrando a más de 2 millones de personas detrás… Una canallada.

Todo el esfuerzo y sacrificio de la minoría de catalanes independentistas solo les conduciría a afrontar cruelmente la realidad de una falsa promesa, la impotencia de un engaño y de una «agresión» a Catalunya por «no dejarles votar». Esto se canalizó para abrir el nuevo capítulo del independentismo, el del mártir. Posteriormente, la aplicación del artículo 155, la responsabilidad jurídica de los cargos desencadenó en la campaña del «quién sufre más» si Junqueras (ERC) o Puigdemont (JxCat), uno en la cárcel y otro fugado por Europa.

A día de hoy, una parte del independentismo ha virado hacia la moderación y la otra hacia el ademán de la radicalidad, un ademán inútil e irrelevante sin la unidad. Los sueños rotos del indepemdentismo no caen en la reflexión de una parte del independentismo sino en el engaño, el odio y la peligrosa superioridad moral de sus líderes. Y tristemente hoy, se recuerda la brutalidad policial y se obvia el engaño al independentismo por parte de sus líderes políticos y lo que es peor; una agresión mayor, que una minoría pase por encima de la contitución y el Estado, o sea por encima de la democracia: por encima de la igualdad de todos los ciudadanos.

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