Memoria Viva: Martín Arnal

Tengo casi 98 años. Nací y vivo en Angüés. Estoy casado, tengo tres hijos y cinco nietos. He trabajado toda mi vida de albañil. Soy republicano y anarquista, siempre he militado en la CNT. No soy creyente. Formé parte de la revolución y estuve en fortificaciones durante la guerra de España, me exilié, fui miembro de la resistencia francesa contra los nazis y colaboré con el Maquis español contra la dictadura franquista.

»Nos hacían pagar bien caro la muerte de un fascista»

¿Qué hacía antes de la guerra?

Antes de la guerra, primero fui a la escuela del pueblo. No tuve mucha suerte porqué a los 12 años ya salí de la escuela. Después a trabajar en el campo, un pinche de la época, que todo el mundo nos mandaba y nosotros no mandábamos a nadie.

Todo esto ya era en plena República

Sí, era el año 1933. En este país España y en Aragón se ha vivido un retraso inmenso sobre la cultura, aquí la Iglesia Católica había acaparado todos los cerebros. Pero durante la República hubo un cambio a pesar de todo, prohibimos las procesiones en las calles y al cura se le empezó a hinchar la sotana.

¿Y en Angüés?

En este pueblo, Angüés, se evolucionó bastante. Había un sindicato de trabajadores y un centro republicano de confraternidad obrera. El pueblo se movió, nunca habíamos tenido derecho a movernos. Y se partió en dos, ya se veía lo que iba a ocurrir. Estábamos nosotros, los esclavos, y los pudientes, los caciques, el notario, la guardia civil y el cura. Estos eran los dueños del pueblo, sólo nos explotaban. Con la República no podían los sapos esos.

¿Recuerda qué pasó aquí cuando empezó la guerra?

Cuando se ratificó la Segunda República en febrero del ’36, a la derecha se le hincharon demasiado. Aquí el 18 de julio la guardia civil no se movió. Desde el sindicato de la CNT fuimos a hablar con el teniente y nos dijo que no se sublevarían contra la República.

¿Entonces aquí los guardias civiles no se sublevaron?

No. ¡Se sublevaron al día siguiente! Dieron la palabra y no la cumplieron. El alcalde hizo un pregón que decía que se tenían que entregar todas las armas al ayuntamiento. La gente de derechas llevaba las escopetas viejas, pero se quedaba con las nuevas. Reunieron curarenta y cinco guardias civiles de la comarca y se parapetaron en la carretera de Angüés y empezó la guerra. A tiro de escopeta por los tejados íbamos.

¿Cómo se vivió la guerra en Angüés?

Los fascistas al final ocuparon el pueblo con ametralladoras. Desde Barbastro nos vinieron a ayudar los de la CNT, pero los masacraron a todos allí en la carretera. Mi hermano el mayor y dos chicos del sindicato, sin saber que tenían que venir, fueron al molino, donde había una radio, para ver que ocurría en Barbastro. La guardia civil detuvo a mi hermano y a los dos jóvenes, los ataron con alambres. También habían detenido a unos treinta compañeros más. Los metieron a todos en un camión el 23 de julio y se los llevaron a la cárcel de Huesca. No los volvimos a ver. La última vez que vi a mi hermano fue el 19 de julio, nunca más lo he visto. Se fueron todos.

¿Todos?

Los guardias civiles, los caciques, el cura… Todos. Llegaron después los de la CNT de Barbastro y ocuparon el pueblo claro, no había nadie. Después de esto, rodeamos el pueblo de Siétamo, donde estaban resistiendo los fascistas. Hubo mucha sangre, mil quinientas víctimas o así, pero logramos ocupar el pueblo. Angüés fue la Comarcal de Colectividades. El pueblo se convirtió en una comuna. Trabajábamos la tierra en común. Nadie era más que nadie. Comíamos bien, vivíamos y trabajábamos juntos. Fue lo mejor que pudimos hacer.

¿Cuando cayó el frente de Aragón, se fue del pueblo?

Sí, sí. Me enviaron hacia el este y estuve en fortificaciones. Pero los fascistas lo bombardeaban todo, no podíamos hacer nada. Yo tenía 16 años. Luego me pasé a Francia por el valle de Bielsa y me puse enfermo. Cuando me curé, volví por Cataluña, pero la guerra ya estaba perdida. Volví a Francia a pie por Portbou. Estuve en el campo de Argelers y también en Perpinyà.

¿Cómo se vivía en los campos?

(Ríe). ¡Eso no se llama vivir! ¡Eso se llama muertos andantes! En los campos no había nada, sólo arena y alambres. La arena nos sirvió de colchón y para calentarnos. Mucha miseria había. Cogí una sarna que me devoraba, y así muchos. En Argelers había cien mil personas. Estábamos rodeados de alambradas. No teníamos nada.

¿Y cómo salió de allí?

Me presenté voluntario en una compañía de trabajadores forzados. Era la 180 Compañía del Ejército Francés y trabajé también en fortificaciones. Yo estuve en un campo de tiro entre Bourges y Nevers. Y así hasta que los alemanes ocuparon Francia. Nos fuimos retirando y me quedé sin nada, la maleta, el cepillo, nada. Cogí el tren, escondido, y me presenté en Toulouse en casa de mi familia. Pero los alemanes me llevaron a trabajar, forzado por supuesto.

Al final se integró en la resistencia francesa, ¿verdad?

En el 1942 me integré en los grupos de resistencia. No había otra. Al principio teníamos poca fuerza. Cuando matábamos a un alemán en algún pueblo, convocaban a toda la gente en la iglesia y le pegaban fuego con todos dentro. Todo por la simple pérdida de un oficial alemán. Todo aquello nos hacía reflexionar. No podíamos sacar la pistola y matar a un alemán así como así. Pero cuando los ingleses empezaron a enviarnos armamento en contenedores enormes que tiraban desde el aire, desde los aviones, fue a mejor.

¿Cuál fue su papel en la resistencia?

Allí todos hacíamos de todo. Desde poner bombas para sabotear a los alemanes hasta coger una pistola y matar a algún comandante o oficial nazi. Ya con el desembarco en Normandía lo teníamos ganado. Empezamos a liberar la región de Toulouse decididos a hacerlo, que nos mataran nos daba igual, a lo que fuera. Los alemanes ya se iban retirando. Mientras se retiraban nosotros los atacábamos. Murieron muchos de los nuestros, el más mayor tenía 32 años. Hay un monumento allí en su honor, Francia es el país de los monumentos. Cuando ya se fueron decidí marcharme a España porqué estaba harto de guerras, y no tenía ni zapatos ni ropa. Así íbamos los maquis.

¿Recuerda alguna anécdota de su etapa en Francia?

Habíamos liberado un cuartel militar y cogimos a los que nos parecían alemanes y resultaron ser mongoles, o rusos, que los tenían prisioneros los alemanes e iban con uniforme nazi. Y todos estos fueron con nosotros.

Y después volvió a España

Mi padre estaba enfermo, tenía una pulmonía. Yo estaba muy preocupado por la salud de mi padre, volví a casa y pensé: ¿cómo me puedo retirar? ¿cómo puedo estar ya tranquilo? ¡Pero si no hemos terminado la guerra! ¡Pero si tenemos a Franco! ¡Pues habrá que terminar con Franco también! Cogí y me fui del maqui francés y me fui al maqui español.

Tengo entendido que estuvo en la Invasión de la Val d’Aran de 1944

Teníamos intención de abrir un frente desde allí. Yo soy uno de los que organizó esa operación. Fue un fracaso terrible aquello. Como no teníamos bombas de mano para tirar, nos entrenábamos lanzando piedras en las montañas del departamento del Aude, en Francia, que se le parecen a la Val d’Aran. Yo era de la 7a Brigada, porqué formamos brigadas y todo, ¡sin combatientes pero formábamos batallones! (Ríe). En una compañía había cuarenta hombres en vez de ciento cincuenta. Yo tuve la suerte, digamoslo así, que no participé de la invasión.

¿Por qué?

Me encontré a uno que había conocido en la guerra y en los campos de concentración, que era de Biescas y se llamaba Juan Lacasa. Vino y me dijo: »oye, paisanico, tu que has pasado ya el Pirineo por aquí y por allá, mejor sería que vinieras conmigo que estamos organizando grupos para pasar gente». Fuimos a hablar con el jefe, con Soriano, y se lo propusimos. Soriano dijo que era la misma lucha la de Aragón y la de la Val d’Aran, y me fui al Pirineo aragonés para pasar gente.

¿Fue usted pasador?

Sí. Formamos un grupo de cinco o seis y con un especialista que había hecho contrabando nos guiaba por las montañas. Ese lo conocía todo bien. Yo metía mi pie donde él pisaba. Como me equivocara un centímetro me caería (Ríe). Este nos puso en marcha aquí en el Pirineo aragonés, en el valle de Chistau, por el Puerto de Urdiceto. Por allí había un buen paso. Se pasaba bastante bien, claro que siempre había peligro. Así que no participé en la invasión. Hubo más muertos allí que en todos los maquis en Aragón.

Iba pasando de un lado al otro

Sí, sí. En un pueblo de Francia teníamos ropa y comida, nos alimentamos bastante bien. Y después pasábamos con gente hacia España, o al revés. La segunda vez que crucé el Pirineo recibí una carta que decía que mi padre había fallecido, el 1 de octubre de 1944. Pero así fui, esa fue mi trayectoria, de pasador con los maquis.

Ahora colabora con la memoria historica aquí en Aragón, además de ser miembro de la CNT

Martín Arnal con un grupo de pasadores (primero de pie en la izquierda)

A mis dos hermanos los fusilaron en Huesca. A uno lo encontramos con una asociación hace unos meses y el otro sigue desaparecido. De Angüés fusilaron a muchos jóvenes. No querían que nadie contara nada, y ahora para contarlo estoy yo. Seguimos exhumando tumbas y hago lo que puedo. Ellos tienen sus tumbas y nosotros nada. Cuando matábamos a un fascista nos lo hacían pagar bien caro. La vergüenza que ha habido en España y que no ha habido justicia. Esta España se ha quedado con el silencio, nuestros combatientes no tenían ningún derecho. ¡Y el Valle de los Caídos! Yo soy partidario de la dinamita. Que salga volando eso y la cruz esa que es una vergüenza para España. Ellos fueron los responsables de la guerra, nosotros sólo resistimos y defendimos un régimen democrático y legalmente constituido.

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