May… be or maybe not. Tal vez o tal vez no. La primera ministra del Reino Unido, Theresa May, tal vez no pueda con el Brexit. Lejos de Margaret Thatcher (la Dama de Hierro), exprimera ministra que la actual premier británica desearía emular, la segunda dama en ocupar el número 10 de Downing Street ha sido apodada por la prensa de Gran Bretaña como la Dama de Hielo por su carácter estático y frío, incluyendo por supuesto su manera de hacer política.
Después de que la opción de abandonar la Unión Europea ganase el referéndum de 2016, el primer ministro David Cameron dimitió y dejó su cargo en manos del partido. La bancada del Partido Conservador (los Tories) en el Parlamento británico eligió como nueva líder de la organización, así como nueva primera ministra del Reino Unido, a Theresa May. La empresa a llevar a cabo era difícil, gestionar de la mejor manera posible la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, en otras palabras, gestionar el Brexit. Fácil de decir y difícil de hacer.
En diciembre del año 2016 la Unión Europea creó una comisión encargada de negociar el Brexit encabezada por Michel Barnier. A principios del 2017 el Gobierno de Su Majestad aplicó el artículo 50 del Tratado de Lisboa, el cual establece el procedimiento de una posible salida de un estado miembro de la UE, y así lo notificó oficialmente al Consejo Europeo.
La división interna de los Tories y las posibles consecuencias económicas negativas del Brexit provocaron la convocatoria de elecciones anticipadas en junio de 2017 por parte de Theresa May. Los conservadores ganaron los comicios pero perdieron la mayoría absoluta. La primera ministra tuvo que pactar con los unionistas norirlandeses para ser investida nuevamente.
Paralelamente, el negociador principal de la UE, Michel Barnier, y David Davis, ministro del Reino Unido para la Salida de la Unión Europea, inician en Bruselas la primera ronda de negociaciones sobre el Brexit. Junto a representantes de la Comisión Europea y del Consejo Europeo establecieron los temas a tratar: cuestiones relacionadas con los derechos de los ciudadanos, la liquidación financiera, la frontera de Irlanda del Norte y otros asuntos de la separación. Las negociaciones entre el gobierno de Theresa May y la UE fueron muy duras y se llegó a pensar que no se podría cumplir el plazo del 29 de marzo de 2019 para hacer efectiva la salida del Reino Unido. Uno de los puntos más calientes fue, y es, la frontera de Irlanda del Norte. Los partidarios del llamado Brexit duro quieren una frontera fuerte en los únicos límites terrestres del Reino Unido. La República de Irlanda, estado miembro de la UE, comparte con Irlanda del Norte, nación constituyente de Gran Bretaña, lazos culturales y económicos que quedarían comprometidos con una frontera dura. Recordemos que los norirlandeses votaron con el 56 % permanecer en la Unión Europea. El Brexit ha reavivado los sentimientos republicanos de muchos norirlandeses que desearían unificar la isla de Irlanda y también ha preocupado a la UE por la posibilidad de un nuevo conflicto armado, poco probable, en Irlanda del Norte como el que hubo entre 1968 y 1998 y que se saldó con más de 3500 víctimas mortales.
Después de 20 meses de tensas negociaciones, el noviembre pasado se presentó un proyecto de acuerdo entre la Unión Europea y el Reino Unido. Las claves de este acuerdo son: un periodo de transición hasta diciembre de 2020 para concretar la nueva relación comercial, una unión aduanera suave en Irlanda del Norte, el posible acceso al mercado europeo de las empresas británicas, la libertad de movimiento de los ciudadanos británicos y europeos y una cláusula de 64.800 millones de dólares por la separación del Reino Unido.
La aprobación del acuerdo por parte de los Veintisiete sufrió por la decisión de España de vetarlo si no se la tenía en cuenta en relación a Gibraltar. Finalmente fue aprobado ‘con mucha tristeza’, según el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker.
El siguiente paso es su aprobación por parte del Parlamento británico. Toda la Muy Leal Oposición es contraria al acuerdo, cuarenta diputados del partido de Theresa May están en contra por haber hecho demasiadas concesiones a Europa y los unionistas norirlandeses quieren una frontera dura con Irlanda. El martes 10 de diciembre la primera ministra retrasó la votación sobre el acuerdo del Brexit por falta de apoyos.
Theresa May visitó ayer a Mark Rutte, su homólogo de los Países Bajos, y a la cancillera alemana Angela Merkel en un intento de renegociar el acuerdo. La UE ya ha avisado a la premier británica que el acuerdo sobre el Brexit es el mejor y único posible, en palabras del presidente Juncker. Ciertamente, el presidente luxemburgués tiene razón. El Brexit no será bueno para el Reino Unido ni para la Unión Europea, pero el acuerdo al que han llegado cumple todos los requisitos de un divorcio amistoso. Si los Tories y sus socios de gobierno fueran realmente patriotas aceptarían este acuerdo porque, dentro de lo malo, es el mejor posible para el país.
Theresa May se enfrenta a una división interna muy profunda, a una muy poco probable aprobación del acuerdo en la Cámara de los Comunes y a una posible nueva demanda de un segundo referéndum de autodeterminación en Escocia, favorable a la permanencia. Las políticas de Theresa May y el Brexit están creando incertidumbre en el seno de la política británica, ya que peligra la economía del país y la integridad territorial del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Si la Dama de Hielo no quiere congelar su país, que deje hablar al pueblo británico para que decida sobre el acuerdo o sobre el Brexit.
